Buen provecho, de Eduardo Canto

Una situación simple se vuelve algo más compleja a partir de una sorpresa inesperada en este cortometraje. Un joven algo tenso a quien por su actitud y estilo uno podría suponer como de clase media, se sirve su almuerzo en un comedor. Cuando deja sus platos en la mesa y se aleja a buscar los cubiertos con que comerlos se da cuenta de que una mujer -de origen indígena- se ha sentado en su sitio y se está comiendo su comida. Su enojo y fastidio inicial lo harán pensar dos veces sobre qué actitud tomar, pero en ninguno de los casos se espera la sorpresa con la que el corto cierra su narración, sorpresa que pone en jaque los distintos prejuicios del personaje que van desde el rechazo inicial a la condescendencia de clase. Con mínimos recursos, Canto logra desnudar con pequeños gestos y casi sin diálogos una enorme variedad de miserias sociales y raciales. Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina