Cuando el cine latinoamericano da pelea: Historias que reivindican derechos
18
Ago
2016
Las injusticias causadas por las desigualdades y las diferencias políticas, étnicas, raciales y económicas han sido un tema constante en América Latina. Y el cine del continente, especialmente desde la convulsionada década de 1960 en adelante, ha intentado reflejarlas mediante el documental y la ficción.
Las historias que aquí se narran -y las maneras de contarlas- pueden ser muy diferentes, pero a todas parece unirlas un dato en común: en ellas siempre existen personas dispuestas a pelear por reivindicar derechos que les fueron quitados, defender su tierra, su orgullo, su familia o la memoria de sus pueblos. Y mientras existan personas como las que retratan estos films -y directores dispuestos a contar sus historias- siempre será más difícil que estas injusticias perduren en el tiempo.
En Soraya, amor no es olvido se cuenta la historia de una mujer viuda que fue desplazada con sus hijos en medio del conflicto colombiano y que pelea cotidianamente por su supervivencia en un contexto difícil. En la ficción colombiana Silencio en el Paraíso aparece la oscura situación de los “falsos positivos” -jóvenes a los que hicieron pasar por guerrilleros y que fueron asesinados salvajemente por los militares- que se basa en trágicas historias reales de más de 1.800 personas por los que sus familiares siguen pidiendo justicia. En el film uruguayo El último tren son tres ancianos los que tratan de que sean respetadas tanto las tradiciones del pueblo como su propio lugar como fuerza viva y pujante de la sociedad.
En el breve corto mexicano Buen provecho, en tanto, el racismo y la condescendencia con una mujer de origen indígena se marca en una situación cotidiana con un giro final que sorprende, mientras que en el documental chileno Sitio 53 es también una mujer de una etnia originaria (los pehuenches) la que lucha incansablemente por recuperar los cuerpos del cementerio en el que están enterrados sus antepasados y que fue inundado por la construcción de una represa por parte de una empresa negligente.
Algunas de estas peleas pueden ganarse, pero la mayoría se pierde. O son batallas que se vuelven quijotescas, casi imposibles de resolver, reflejo de la lucha de individuos, generaciones o pueblos olvidados por parte de una supuesta modernización o progreso que deja casi siempre muchas víctimas a su paso. Y el cine está aquí para intentar reflejarlas a su manera, una suerte de espacio en el que todas las batallas -por más improbable que sea ganarlas- hay que darlas.
Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina