El cultivo de la flor invisible, de Juan Álvarez Neme

Juan Álvarez Neme trabajó durante siete años en este proyecto sobre la memoria que, con el correr del tiempo, a partir de la multiplicidad de testimonios, de la profundización de la investigación y de los cambios políticos en Uruguay, fue derivando hacia la película que finalmente se estrenó a principios de 2012 en festivales como É Tudo Verdade de San Pablo, BAFICI de Buenos Aires y el de Montevideo.

El eje de este film del director de Al pie del árbol blanco y Avant son los testimonios de varias madres que han perdido a sus hijos, jóvenes que forman parte del más triste de los legados de las dictaduras latinoamericanas: los desaparecidos. Ellas recuerdan a sus seres queridos y exponen en toda su dimensión los alcances emocionales del dolor y la ausencia. Muchas de ellas lucharon durante años -resignando incluso tiempo para ellas y para dedicarle sus otros familiares- para conocer el paradero de los cuerpos de sus hijos, aunque también hay alguna que otra voz disonante: “Un montoncito de huesos no me consuela, casi que prefiero que no lo encuentren”, admite una de ellas. La película muestra además las marchas, actos y reclamos de las organizaciones que luchan contra la impunidad de los militares y también deja en claro los avances en el terreno de los derechos humanos una vez que el Frente Amplio, con Tabaré Vázquez a la cabeza, llegó al gobierno nacional.  El film -que pendula con acierto entre lo íntimo y lo político- también sirve para comprender cómo las diversas dictaduras militares de la región actuaron en muchos casos de forma coordinada y, así, varios de los jóvenes uruguayos cuyas historias de vida se reconstruyen en la película fueron secuestrados y luego desaparecidos en la Argentina. El cultivo de la flor invisible, finalmente, también reivindica de forma tangencial el incansable trabajo de los equipos de antropología forense y deja al descubierto las diferencias generacionales y hasta las divisiones sociales respecto de un conflicto que muestra todavía, cuatro décadas más tarde, demasiadas heridas abiertas. Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina