Entrevista a Inés Bortagaray sobre el guión de 25 Watts
Abr
2020
Inés Bortagaray es guionista y escritora. Trabajó en guiones de largometrajes uruguayos (La vida útil, de Federico Veiroj; Otra historia del mundo, de Guillermo Casanova, basado en la novela de Mario Delgado Aparaín); argentinos (Una novia errante, Mi amiga del parque y Sueño Florianópolis, de Ana Katz; Mujer conejo, de Verónica Chen); y brasileños (A Vida Invisível, de Karim Aïnouz, junto a él y Murilo Hauser. Por el guion de Mi amiga del parque obtuvo en 2016, junto a Katz, el Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance. Actualemente, el guion de A vida invisível está nominado como Mejor guion en los Premios Platino 2020. Bortagaray también es autora de tres libros: Ahora tendré que matarte (Cauce editorial, 2001) Prontos, listos, ya (Artefato, 2006) y Cuántas aventuras nos aguardan (Criatura, 2018). Varios de sus relatos aparecieron en antologías nacionales e internacionales, y en revistas como Zoetrope: All-Story.
A propósito del estreno de 25 Watts en Retina Latina, Inés Bortagaray, nos dio su opinión sobre el guion de esta producción galardonada con el Premio al mejor guion y premio La Gran Ilusión Magazine en el Festival de Lima.
Retina Latina: ¿Que características del guión de 25 Watts le hacen relevante en este aspecto?
Inés Bortagaray: Creo que la construcción del mundo de esos tres personajes y sus expectativas vistas a lo largo de todo un día. La honestidad de un retrato de seres próximos, pintados con economía. Un ecosistema modulado de acuerdo a conflictos aparentemente pequeños y al mismo tiempo profundos. Una gracia asordinada, efectiva y lacerante.
R.L: 25 Watts se lanzó en el 2001 y tiene un lugar destacado en la historia del cine uruguayo: ¿Cómo dialoga la película con el cine uruguayo de los años 2000 y con la actualidad, y qué rol tiene el guión en ese diálogo?
I.B.: Creo que es una película que en gran medida puede entenderse como semilla de una refundación del cine uruguayo. No quiero decir que antes de 25 watts no hubiera películas en Uruguay. Las había. Pero esa fue un punto de inflexión: uno que consolidó una mirada propia y una manera de producir que dio valentía y alas a muchos jóvenes que querían contar historias y contarlas con una cámara. Una nota curiosa: el guion (escrito por Pablo Stoll y Juan Rebella, y con la colaboración de Arauco Hernández) se escribió con una máquina de escribir. Era otra era, y sin embargo creo que es una película que sigue perfectamente vigente. Es una película que sigue siendo joven. Una película veinteañera.
R.L.: Desde su experiencia, ¿considera que la escritura de guión ha cambiado mucho en Uruguay en estos últimos 20 años?
I.B.: No sé si ha cambiado mucho la escritura de guión en los últimos veinte años. Sí se que se han escrito muchos guiones y filmado muchas películas y que se han visitado muchos géneros y entrecruzado otros varios y que todo ese surtido de experiencias seguramente nos ha dado más oficio a los guionistas. Los guiones se aprenden escribiendo. Escribiendo y reescribiendo.
R.L.: ¿Qué recomendaciones le darías a un(a) guionista que esté empezando su carrera?
I.B.: Que mire mucho cine. Pero también, que lea, que escuche música, que vea las artes como parte de una genealogía abierta y comunicada. Y también, que se informe, que escuche cómo hablan las personas de la familia, que sea curioso. Y que hable con otros guionistas y que le tenga cariño al oficio y a sus personajes. Y que siempre trate de cobrar por su trabajo.