Entrevista a Walter Tournier, uno de los pioneros y patriarcas del cine uruguayo
Oct
2016
A propósito del estreno del especial sobre Walter Tournier en Retina Latina, les invitamos a leer esta entrevista y a ver las películas de este gran cineasta uruguayo.
Uno de los protagonistas históricos del cine uruguayo desde la década de 1960 hasta la actualidad, Walter Tournier se ha caracterizado por trabajar casi siempre en el género de animación. Pero, más allá de que su único largometraje que tuvo una importante difusión internacional es una aventura para el público infantil (Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe, estrenada en 2012 pero producto de una década de trabajo), la obra de Tournier incluye muchas otras facetas: una importante tarea como difusor de cine latinoamericano como uno de los miembros de la Cinemateca del Tercer Mundo, un largo paso por el exilio en Perú, muchos cortos de animación para cine y televisión y documentales, además de otras facetas fuera del terreno audiovisual.
“Durante muchos años fui vendedor de muebles”, cuenta, desde Montevideo, admitiendo que no es sencillo vivir del cine. A los 72 años, este cineasta que se dedicó más que nada a trabajar con la técnica stop-motion tuvo un pasado muy diferente: como politizado cineclubista. “En 1968 era un momento muy especial para Uruguay y el mundo. Había mucha avidez por ver cine político latinoamericano y la revista Marcha tenía una cinemateca que funcionaba muy bien, pero tuvo que cerrar y luego se abrió la del Tercer Mundo –cuenta–. Nosotros nos juntamos con un grupo de gente e hicimos un corto que se llama Refusila. A Walter Achugar –fundador de la Cinemateca– le gustó la película, nos ofreció trabajar también con Mario Jacob y otra gente y nos incorporamos allí”.
La Cinemateca exhibió durante sus cinco años de existencia todo lo nuevo del cine político latinoamericano en funciones de trasnoche en salas para 500 personas o más que siempre se agotaban. “Pasábamos La hora de los hornos, cine boliviano, cubano. Achugar traía cosas de Europa, todos estrenos –recuerda–. Y tuvimos varias visitas. Todo en 16mm., que no era fácil de hacer. Con el cineclub recaudábamos dinero para financiar la producción de películas. Y estaba Mario Handler que era el que tenía más experiencia y estudios de cine por lo que todos lo ayudábamos a él. Después hicimos cosas nuestras, cortos y medios documentales como Liber Arce, sobre un estudiante asesinado, Las banderas que levantamos –que hicimos para el Frente Amplio pero no la aceptaron– o El problema de la carne. Después produjimos también En la selva hay mucho por hacer, pero para entonces (1973) era la época del golpe y muchos fueron presos y otros nos fuimos al exilio”.
Tournier estuvo diez años viviendo en Lima, Perú, y tras un tiempo alejado del audiovisual volvió gracias a la Ley de Cine que entonces tenían allí y que fomentaba la producción de cortos, que tenían exhibición obligatoria en las salas antes de los largometrajes. “Se hacían cientos de cortos y yo empecé a hacer mis películas de animación allí, donde Jacob, por ejemplo, ya estaba trabajando desde mucho antes”, recuerda. Tras la dictadura regresaron a Uruguay y fundaron Imágenes, una productora de documentales, cortos, ficciones y animación. “Pero no fue constante, yo no podía vivir del cine así que me dediqué a otras cosas, a vender muebles. Recién hace unos 15 años volví al cine y me quedé”.
Muchos de los cortos y series de animación de Tournier (como Tonky, Los Tatitos, El jefe y el carpintero y Navidad caribeña, entre otros) fueron difundidos por distintas televisoras (o hechos directamente para la TV) y financiados con dinero de canales del exterior. “Siempre mi preocupación fue darle a las películas que hacía un sentido social –explica–. Me preocupa aportar algo al desarrollo del ser humano. La mayoría de las cosas que he hecho están vinculadas a niños y todas de acuerdo a los principios que me rigen, en especial el cuidado de sus derechos”.
El gran proyecto, sin embargo, fue Selkirk que le demandó diez años de trabajo y fue una importante coproducción con Chile y Argentina que llegó a los cines en varios países latinoamericanos. “Es difícil hacer cine solo con fondos locales –explica–. Los apoyos están pero son mínimos, no alcanzan. Es cierto que es mejor que antes, que no había nada, pero el dinero es el mismo de siempre. Hay un gran crecimiento de alumnos de cine (más de 4.000), pero para que esa gente tenga luego la oportunidad de poder filmar acá haría falta más apoyo económico y no sé si hay mucho interés”.
Respecto de su relación con las generaciones más jóvenes que revitalizaron el cine uruguayo en el siglo XXI, Tournier dice no saber si existe o no una conexión. “Deberías preguntarles a ellos –dice y sonríe–. Sé que no ignoran lo que hacíamos entonces, pero había antes más documentales y hoy se hace más que nada ficción. En animación me encantó Anina, por ejemplo, me parece excelente. Y hay muchas películas que no vi, pero noto un avance muy fuerte en el desarrollo del lenguaje. De todos modos, estamos juntos en la Asociación de Productores metiéndole para adelante y tratando de consolidar el cine uruguayo”.
Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina