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Ética y estética en la Narrativa Migrante

15

Oct
2024

Mariana Viñoles, documentalista uruguaya y directora de fotografía, explora a través de su obra la experiencia de la migración, la ética y la estética en el cine documental, y la tensión entre la responsabilidad social y la expresión artística.

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Sesión 5: Mariana Viñoles (Uruguay)

02 de octubre de 2024

Tema: Cine y migraciones en Latinoamérica

“Ese gesto se expresa en la motivación inicial, es decir en la necesidad intelectual o emocional de conectar con una realidad específica, pero además toma forma en la acción misma de encuadrar con la cámara y tomar posición, literalmente, respecto al mundo.”

Mariana Viñoles es directora de fotografía y realizadora de documentales graduada con honores del IAD en Bélgica. Co-fundadora de Cronopio Film y fundadora de La Piscina Film, ha desarrollado una filmografía diversa que abarca temas públicos y privados. Sus obras han sido seleccionadas en festivales internacionales como IDFA, Visions du Réel y FICCI. Además de su trabajo como cineasta, Mariana ha ejercido como docente de Realización en instituciones como la Universidad de la República y la Escuela de Cine del Uruguay. Se desempeña también como consultora de proyectos cinematográficos y evaluadora de fondos. Su filmografía incluye títulos destacados como «Ni siquiera las flores» (2024), «El gran viaje al país pequeño» (2020) y «El mundo de Carolina» (2015), entre otros.

En esta lección, Mariana Viñoles reflexiona sobre el rol de las y los cineasta en la narración de historias de migración, cuestionando la influencia real que el cine documental puede tener en el cambio social. A través de escenas de sus películas, como “Crónica de un sueño” (2005), “Los uruguayos” (2006), “Exiliados” (2011), y “El gran viaje al país pequeño” (2020), Mariana explora su relación con los protagonistas migrantes y su propia experiencia al dejar su país. La lección invita a una discusión sobre la ética y la estética en la filmación de historias reales, y cómo los y las cineastas pueden vincularse con las personas que filman, reflexionando sobre la responsabilidad social y la expresión artística.

Mariana creció en el interior del Uruguay, a 60 km de la frontera con Brasil y a 400 km de Montevideo, en la pequeña ciudad de Melo. Allí vivió su infancia en la década de los 80 ‘s, por lo que tenía tan solo 9 años cuando terminó la dictadura en Uruguay. Es hija de una familia de trabajadores, no intelectuales, y la menor de cinco hermanos, entre quienes fue la única que desarrolló una inclinación artística. A los 18 años dejó su ciudad y marchó a estudiar a Montevideo. A sus 19 años empezó a filmar.

Con ésta breve descripción de sus orígenes, Mariana nos indica por una parte la peculiaridad de su camino para llegar a la realización cinematográfica, ya que su entorno familiar, socioeconómico y político, no le ofrecía facilidades para acceder a la formación artística. Por otra parte, nos informa de un primer episodio de desarraigo al abandonar Melo y trasladarse a Montevideo con el propósito de estudiar. Ésta tensión entre las condiciones de origen y la migración, son una constante en la reflexión ética y estética de Mariana. Descubriremos tanto en su historia personal como en su cinematografía, un “ir y venir” entre territorios y contextos sociales, expresando siempre una mirada crítica y sensible sobre su país, la realidad política, los lazos familiares y comunitarios, la memoria, la dignidad, etc. 

Durante sus años de educación en Montevideo, Mariana obtuvo su primer trabajo de la mano de una cineasta uruguaya quien había recibido formación académica en Bélgica, en el Institut des Arts de Diffusion (IAD). Esta conexión sembró en la joven la iniciativa de reunir todos sus recursos económicos, trabajando y recibiendo alguna ayuda familiar, para viajar en 2001 a ese país, buscando una plaza en la misma escuela de cine. Este viaje constituye la segunda experiencia de desarraigo que marca la vida y el pensamiento de Mariana pues, a pesar de ser un desplazamiento voluntario motivado por el deseo de estudiar, la experiencia migrante la atraviesa profundamente.

En una década donde el internet no se había consolidado masivamente, Mariana pasa 3 años en Bélgica sin ver a su familia, comunicándose escasamente a través de llamadas telefónicas. Entre tanto, la realidad política en Uruguay empezaba a dar señales de cambio tras una fuerte crisis económica entre 1999 y 2002, ocurrida bajo el mandato de gobiernos de derecha post dictatoriales. Mariana, después de una larga etapa como migrante, vuelve a Uruguay con el propósito adicional de realizar su primera película, “Crónica de un sueño”, que narra justamente el giro político que se cocinaba en Uruguay ante el posible ascenso del Frente Amplio en las elecciones presidenciales. 

“Octubre, 2004. Uruguay. Mariana vuelve a su país, después de tres años, a encontrarse con su familia y también a votar. Después de una crisis económica que dejó al país en una miseria terrible, el Uruguay se encuentra en vísperas de cambios. A través de la realidad cotidiana de una pequeña ciudad del interior del país: Melo, y en la intimidad de una familia de militantes, descubrimos un pueblo latinoamericano durante el mes anterior a un cambio político histórico: el primer triunfo de una fuerza de izquierda, el Frente Amplio.”

La migración como temática no era un foco en sí mismo en la exploración audiovisual de Mariana, sino un elemento entretejido en la realidad que quería registrar. La película inicia con Hugo Godoy, un médico uruguayo quien vivió un exilio político, y luego uno económico, en Bélgica durante décadas. Éste hombre vuelve a Uruguay a votar, como muchos otros migrantes, en medio de la coyuntura política.  La película culmina justamente con la celebración por el ascenso de la fuerza de izquierda en el país. Desde esta primera obra documental se hace evidente la sensibilidad social y artística de Mariana, quien nos confronta con ésta pregunta sobre lo ético y lo estético en el cine: ¿Cómo filmar lo que tenemos delante y, sobre todo, para qué? 

En el proceso de hacer una película, Mariana nos expresa en primer lugar la importancia de la motivación. Si bien en ocasiones tenemos la capacidad de discernir intelectualmente qué historia nos interesa y por qué, y cuál es el interés para un “público objetivo”, en el caso de ésta cineasta la motivación recae principalmente en la emoción. Es la conexión emotiva con el entorno, las personas y sus conflictos, la que desencadena un desarrollo creativo en la cinematografía de Mariana Viñoles.  Su cámara es la herramienta para trazar un camino que la lleva de lo desconocido a lo conocido, pues crea a través de preguntas, evitando las respuestas apresuradas y los prejuicios. Así mismo, se integra a sus documentales tanto como realizadora como “personaje”, intentando exponerse en sus propias películas, poniéndose a prueba frente a la cámara y buscando una suerte de equilibrio entre ella y el entorno. 

Esa conciencia sobre el vínculo entre la cámara y lo que la rodea, conduce a Mariana a comprender el cine documental no tanto como un género, sino como un gesto fílmico. Ese gesto se expresa en la motivación inicial, es decir en la necesidad intelectual o emocional de conectar con una realidad específica, pero además toma forma en la acción misma de encuadrar con la cámara y “tomar posición”, literalmente, respecto al mundo. Este cine capta la interacción que tiene la realizadora con su realidad: registra el trazo físico de su cuerpo sosteniendo la cámara y captura la respuesta del entorno ante ese gesto. 

Así que mantener la mirada frente a ciertas situaciones críticas es una elección tanto estética como ética de gran complejidad en muchos casos. En medio de la intimidad, la vulnerabilidad o el dolor, sostener la cámara es un gesto que supone cuestionamientos morales. Mariana comparte con nosotras y nosotros sus propios dilemas éticos sobre la pertinencia de la creación documental: ¿Es importante que esas imágenes existan? ¿Tienen alguna incidencia en el mundo en que vivimos?

“Tras cinco años, Mariana decide regresar desde Bélgica a Uruguay. Allí, se reencuentra con sus dos hermanos que viven en España. Los tres migraron en el 2001 cuando empezó la crisis uruguaya, por lo que son «exiliados económicos». Al llegar a su país, se entera que su padre ha decidido migrar a Venezuela. De vuelta en Uruguay ella ya no es una extraña, el viaje de retorno significa el reencuentro con sus seres queridos pero también el principio de una nueva etapa.”

A partir de fragmentos de su película “Exiliados”, Mariana responde justamente a la pregunta sobre la importancia de sostener la mirada con la cámara a través de la realización documental, pues esas memorias audiovisuales creadas, a pesar de los cuestionamientos que despiertan, suscitan a su vez diálogos colectivos relevantes. Producir esas imágenes en movimiento, esos testimonios, puede constituir un punto de encuentro para reflexiones y debates en comunidad. 

No obstante, Mariana insiste en que la labor cinematográfica no basta para despertar cambios sociales. Si bien en la actualidad el cine documental se ha vuelto más abundante y accesible debido al auge de las plataformas, el efecto no parece tener suficiente impacto en términos de la transformación social. Según Mariana, esta perspectiva no está impregnada de pesimismo, sino de un deseo por analizar la realidad con un sentido objetivo, que a la vez le permite despojarse de una “carga” que trasciende sus capacidades como individuo. 

La realización documental es un oficio frecuentemente asociado a la lucha por causas colectivas, por lo que se asume su “obligación” de incidir en los grandes cambios del mundo. Sin embargo, Mariana ha aceptado su rol como cineasta desde una conciencia comprometida pero liberada, teniendo claro el alcance de su trabajo artístico. Sus películas existen, y deben existir, más allá de un pequeño o gran impacto, pues parten de la necesidad personal, ética y estética; una motivación genuina que despierta preguntas en ella misma y en el entorno. 

El cine en general, y en este caso el cine documental, tiene un lugar relevante en el desarrollo de la sociedad en la medida que genera descubrimientos, diálogos y aprendizajes, tanto en las y los creadores, como en la audiencia. El gesto fílmico, como lo llama Mariana, tiene la potencia de transmitir la emoción y la curiosidad frente a conflictos humanos complejos. Sus documentales son un gesto cinematográfico muy sensible y significativo dentro de la construcción de un diálogo colectivo en torno a la migración, la realidad política, los lazos comunitarios, etc. Éstas memorias audiovisuales no cambian en sí mismas el mundo, pero se inscriben en un movimiento al servicio de una reflexión crítica y, en ese sentido, preparan el terreno para otras posibles transformaciones.

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