La eterna noche de las doce lunas, de Priscila Padilla
Jul
2017
Cuatro años pasó la directora de este documental colombiano de 2013 conviviendo con la comunidad indígena Wayúu para conocerlos en profundidad y poner en pantalla uno de sus rituales más tradicionales: el encierro por casi un año de las niñas cuando atraviesan la pubertad.
Este pueblo que vive en el departamento de la Guajira conserva desde hace más de dos siglos una tradición llamativa. Al llegar su primera menstruación, las niñas cuyas familias así lo desean (no parece ser un ritual obligatorio pero está socialmente bien visto) y, con lo que parece ser la “aprobación” de ellas, pasan doce lunas llenas encerradas en una pequeña choza alejada de la vista de los hombres y con la ayuda de algunas mujeres de la familia hasta salir, todo ese tiempo después, convertidas en mujeres y aptas para ser entregadas en matrimonio, en muchos casos al mejor postor.El film nos presenta a la pequeña protagonista, Fili (Filia Rosa Urian), antes del encierro. La niña de doce años se va preparando para ese evento, en apariencia convencida de hacerlo pero también muy presionada por su abuela, que quiere continuar la tradición. La segunda etapa de la película tendrá que ver con el encierro en sí, visto primero desde afuera, luego casi como espía (con una cámara en apariencia amateur) y finalmente desde dentro de la choza, donde la niña debe meditar, reflexionar y también tejer durante días y días. La última etapa tendrá que ver con su salida y las diferentes situaciones que se presentan, poniendo el eje entre los que desean mantener la tradición de comprarla con una dote o los que, como la propia niña, sienten que su deuda con la tradición ya está saldada.
En paralelo a estas etapas, la cámara de Padilla se adentrará en historias, leyendas y mitos del pueblo, relatados por ellos mismos en su lengua, mientras vemos sus bailes y celebraciones tradicionales, además de su modesto y colorido lugar de vida, captado con delicada y justa distancia.
La directora del documental logra mostrar una tradición que ofrece algunos ángulos que hoy son de difícil aceptación (además del encierro y la potencial “venta” a hombres mucho mayores, a la niña se le corta el pelo y se le dice que, al salir de allí hecha mujer, no deberá reir nunca más), pero que a la vez es intrínseca a su cultura. Y lo hace con respeto y sin necesariamente juzgar, más que con sutiles planos que dejan en claro que esas contradicciones no deben ser pasadas por alto. Ni por los protagonistas ni por los espectadores. Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina