La rompecuellos, de Daniel Benavides
13
Jul
2017
A años luz de la hiperprofesional WWE de los Estados Unidos e incluso de la tradición y el talento de la especialidad en México, la lucha libre se encuentra todavía en Ecuador en estado embrionario, tratando de escaparle al amateurismo y la precariedad.
El director Daniel Benavides sigue el día a día de una compañía que sale de Quito para hacer giras por lúgubres gimnasios de pueblos del interior ante audiencias que en la mayoría de los casos no llegan al centenar de espectadores. Pero ellos jamás pierden los sueños de un futuro más promisorio. Ricky Glamour, Hades, Max Viper, Angel Enmascarado, Big Venom, King K.O., Súper Nobita Romeo, el Magnífico y mujeres como Katty Kat (a las que no les va demasiado bien en ese entorno machista) son algunos de los personajes/luchadores que participan del film, ya sea prestando sus testimonios con anécdotas o en entrenamientos y luchas en vivo. Algunas prácticas del grupo son editadas con música de fondo y resultan vistosas escenas coreográficas. Pero, claro, lo que predomina en La rompecuellos es cierto patetismo que, de todas maneras, el director se encarga de equilibrar exponiendo también la nobleza y el orgullo de muchos de los luchadores. Así, tras la disputa de un torneo denominado Rey de Reyes, el campeón Max Viper viaja a México, algo así como la Meca de esta disciplina, para formarse y pelear contra verdaderas leyendas de ese país. No conviene adelantar nada del desenlace, pero es en varios sentidos muy inesperado. Benavides logra -con un acercamiento documental pero también con algunos recursos más propios del cine de ficción en un proceso de producción que duró más de un año- mostrar la intimidad, la trastienda de este negocio (aunque las ganancias sean ínfimas o a veces nulas) y sin forzar las situaciones ni apelar al golpe bajo (término muy acorde con este universo) expone el inagotable entusiasmo de estos cultores de la lucha por una disciplina que les significan más golpes que reconocimientos, más esfuerzos que ganancias. Todo sea por amor. Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina