Los destinos de las imágenes
26
Oct
2016
En una entrevista reciente el director del Harvard Film Archive, Haden Guest, decía: “En todas las ciudades, en todos los países del mundo, tiene que haber una cinemateca”. En efecto, el historiador estadounidense trataba de establecer en aquella oportunidad la importancia de ese tipo de instituciones, pues de ese modo el patrimonio audiovisual de un nación tiene un destino posible y concreto.
Para los países de nuestro continente, el tema no es menor. Más allá de algunas excepciones notables, como sucede con el patrimonio audiovisual en México, la indefensión y la condena a la desmaterialización de las imágenes (del pasado) es más que una amenaza. Es cierto que las prioridades inmediatas para la mayoría de los países pueden ser otras, pero atender la preservación de los soportes visuales y sonoros con los que los hombres han registrado su paso por el mundo desde fines del siglo XIX al siglo en curso constituye un imperativo simbólico. Un film puede revelar una época, un modo de entender el mundo, un modo de habitar el espacio, de representar el poder y cuestionarlo. La memoria del mundo desde el siglo pasado en adelante se escribe principalmente en imágenes.
La “novedad” es que las imágenes y los sonidos son vulnerables. Lo sabíamos, pero recién ahora lo sentimos. Nuestra conducta suele negar lo que amenaza la existencia de las cosas. El concepto de extinción es difícil de aprehender y más arduo aún de entender en un contexto que no sea el del fin de la existencia de una especie. No solamente desaparece el tigre del Caspio, la foca monje del Caribe y el macao glauco, también desaparecen períodos completos del cine silente de un país o los registros de una década cualquiera. Un film puede dejar de existir para siempre; lo que se dejará de ver y oír puede ser de vital importancia.
El tema, por cierto, no es solamente una cuestión del pasado. Ni las obras fílmicas ni tampoco las nuevas películas del siglo XXI, cuya gran mayoría en la región es de naturaleza digital, tienen garantizada su perpetuidad. El debate está abierto y la urgencia por responder ante estos dilemas ya se siente como inevitable e inmediata. El debate patrimonial es sobre el pasado analógico, pero también sobre el presente digital. ¿Cómo guardar y resguardar las imágenes y sonidos del presente?
Que los distintos institutos de cine latinoamericanos, o entidades afines, estén ocupándose del porvenir del pasado es un signo positivo. La restauración de un film pretérito es esencial, no menos que empezar a instituir políticas de emigración de archivos digitales antiguos y de las primeras películas del siglo XXI. El incierto destino de las imágenes debería ser parte de la agenda.
El tema es complejo, apasionante y vital. Nuestro mundo se lee en imágenes; en la época de la imagen del mundo la ausencia de una política patrimonial de las imágenes es un pacto con las potencias del olvido y la desmemoria.
Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina