María Sabina, mujer espíritu, de Nicolás Echeverría
3
Mar
2016
El cineasta entiende que antes que nada debe situar la mirada y establecer de inmediato una relación entre lente y geografía. Tras un zoom hacia atrás seguido por un paneo general hacia la izquierda, en el que se divisan las nubes a la altura de las montañas, la puesta en escena acentúa paulatinamente la inmensidad de la región de Huautla, en Oaxaca. La cámara deviene primero en instrumento óptico de cartografía, requerimiento indispensable para pasar a funcionar como los ojos de un curioso y paciente antropólogo. Situar para mirar, mapear para entender, un retrato sin contexto es imposible e indebido.
La retratada es uno de las más célebres chamanes de México, María Sabina (1894-1985). En el momento del registro, la curadora tenía casi 80 años y, más allá de su reconocimiento internacional, el cual selló el investigador estadounidense R. Gordon Wasson en 1955 cuando conoció a este referente singular de las prácticas rituales y religiosas de los mazatecos, la protagonista no parece haber alterado en lo más mínimo su forma de vida. El trabajo doméstico es el de siempre, la austeridad material también, lo que no impide que su espíritu entre en contacto con profundos poderes telúricos y espirituales, acaso habilitados por sus “niños santos”, los hongos alucinógenos insustituibles en las prácticas religiosas y curativas de una cultura. Todo eso se ve en detalle y con total naturalidad en María Sabina, mujer espíritu.
No era entonces la primera vez que el autor de la notable Cabeza de vaca y de la reciente Ecos de montaña se preocupaba por filmar las “otredades” mexicanas, de allí la precisión de este retrato, que no es otra cosa que la sustancia ancestral de una nación, pletórica de tradiciones y creencias diversas, siempre en tensión con el cristianismo, que tiende a fagocitar los sistemas de creencias originarios con sus signos verticales. María prepara sus hongos y entona sus cánticos litúrgicos, que son inconmensurables con el cristianismo, pero cuando escuchamos la palabra de la chamán, casi siempre mediada por la lectura de Vida de María Sabina, la sabia de los hongos, de Álvaro Estrada, los conceptos de una religión foránea organizan bastante la metafísica elemental con la que María explica sus prácticas.
El film es fascinante por su amable registro y espíritu didáctico, el cual no renuncia a concebir una forma para filmar a los otros y sus prácticas. Aquí se aprende de todo y con algunos segmentos de una ostensible hermosura cinematográfica.
Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina