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Minuto 200 de Frank Benítez Peña

25

Abr
2016

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Don Teo y Doña Olfa transitan su vejez en Cambao. Los dos están solos y su relación con el tiempo, concepto que en el film es determinante, es similar: ya no hay ningún horizonte que alcanzar y por consiguiente el presente es un absoluto. Para Teo eso significa encontrar pequeñas cosas para disfrutar; para Olfa, una condena a permanecer en un mundo al que ya no siente pertenecer. Benítez Peña introduce a partir de un objeto tecnológico y lejano a los protagonistas una dimensión mínima de tensión y suspenso, lo que puede deparar para los personajes un destino particular. Sucede que el hijo de Olfa, a quien no ve desde hace 10 años, le ha enviado un teléfono celular con 200 minutos disponibles. La idea es que se puedan comunicar, aunque la anciana desdeña de plano tal posibilidad. Su objetivo será otro: juntar dinero y organizar su entierro, pues está convencida de que morirá muy pronto. Para preparar ese evento, eludiendo toda emotividad, Olfa venderá los minutos libres de su teléfono a los vecinos para que ellos se comuniquen con sus semejantes. Su opinión sobre las conversaciones de sus clientes es una síntesis de su lectura del mundo. Por otra parte, Teo insistirá en vivir y contagiar ese deseo a Olfa. El humanismo cándido de Minuto 200 impregna la totalidad del metraje, y por eso todo pasa por cómo vencer el sólido pesimismo de la protagonista femenina. La resolución es un poco la sorpresa del film, que administra correctamente el suspenso que propone ante la porfía de Olfa en querer ausentarse para siempre del mundo de los vivos. La puesta en escena es tan sencilla como los personajes, pues la prioridad del director radica exclusivamente en contar una historia y transmitir un mensaje unívoco al público. Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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