Perfil de festivales latinoamericanos de cine: Valdivia (Chile)
16
Jun
2016
Es aquí en donde esas películas menores vernáculas, más libres y menos atentas a los requerimientos del mercado, encuentran un ecosistema ideal en consonancia con otras propuestas cinematográficas de otros lares que se pueden ver en otras secciones y que en conjunto constituyen una propuesta de (qué es el) cine.
Todos los festivales suelen empezar a mitad de semana o más cerca de los días de descanso. Insólitamente, el Festival de Cine de Valdivia siempre arranca los lunes. Una decisión singular, no menos que el festival, que tiene lugar en una ciudad austral de Chile caracterizada por su oferta universitaria y en la que viven unos 150.000 habitantes. Habría que pensar la razón de ese día elegido como puntapié, aunque una primera respuesta inverificable pero sugestiva es asociar la cinefilia que promueve el festival al conocimiento, al amoroso trabajo que requiere aprender a mirar y conocer. El organizador del festival es la Universidad Austral de Chile, una institución académica de prestigio que siempre estuvo ligada al cine. Por cierto, FICValdivia es uno de los pocos festivales del mundo ligados a una institución universitaria, acaso pionera en la materia. En México está el joven FICUNAM de la UNAM; en Israel, el Cinema South Festival, del Sapir College.
Curiosamente, como sucede con esos festivales recién nombrados, FICValdivia se caracteriza por una curaduría sin ambages en su presentación: es un festival radicalizado y sin concesiones, en el que se destacan dos competencias de largos, una internacional y otra chilena, en las que se trata de identificar películas “menores” que hacen una diferencia en la discusión cinematográfica. Al decir “menor” no se desestima el film en cuestión, sino que más bien se lo inscribe en una corriente subterránea del cine contemporáneo no determinada por el canon cinematográfico dictado por los festivales que modelan la percepción del cine contemporáneo. En FICValdivia el dogma del éxito no goza de privilegios, tampoco el canon oficial de la cinefilia global. La alfombra roja es un artículo de fe para frívolos o presuntos cinéfilos distraídos por luces que poco iluminan. Quizás esto explica por qué el Festival empieza un lunes; aquí se sugiere alguna forma de trabajo. ¿Qué se trabaja en Valdivia? La sensibilidad, la desobediencia, el deseo de ver.
El festival ha demostrado en los últimos 10 años ser una verdadera vidriera para el cine contemporáneo. Películas fundamentales como Figuras de guerra, de Sylvain George; Kaili Blues, de Gan Bi; La vida útil, de Federico Veiroj; E agora? Lembra-me, de Joaquim Pinto; o Nana, de Valérie Massadian, entre otras, han sido parte de las últimas competencias, lo que revela un concepto de programación sólido, desafiante y diverso. Por otra parte, para el cine independiente de Chile FICValdivia es fundamental. Es aquí en donde esas películas menores vernáculas, más libres y menos atentas a los requerimientos del mercado, encuentran un ecosistema ideal en consonancia con otras propuestas cinematográficas de otros lares que se pueden ver en otras secciones y que en conjunto constituyen una propuesta de (qué es el) cine. Películas magníficas como El rastreador de estatuas, de Jerónimo Rodríguez, o Lucía, de Nilles Atallah, han sido paradigmáticas en esa sección, más allá de sus reconocimientos en los premios, ya que los dos films representan muy bien una búsqueda del cine chileno que no se entrega al venenoso costumbrismo que lo persigue y fatiga su vitalidad creativa.
Las secciones alternativas atienden en general a cualquier inquietud que un cinéfilo pueda llegar a tener. Los grandes autores del cine contemporáneo tienen su gala. Las últimas películas de Otar Iosseliani, Raúl Perrone, Albert Serra, Cristi Puiu, Bruno Dumont, Jean-Luc Godard, Tsai Ming-liang, entre otros nombres de indudable relevancia, siempre están. El cine experimental, a su vez, tiene su espacio. Jonas Mekas es prácticamente un dios para los responsables del festival; Thom Andersen, una necesidad, y se podrían sumar tantos otros referentes venerados por el festival. En la edición de este año (10 al 16 de octubre), por ejemplo, habrá un notable maestro en la materia.
FICValdivia es una reunión inevitable para todos los cinéfilos de esta parte del mundo. Allí están los cinéfilos del sur y de la región, y cada tanto visitan el festival directores como Alain Guiraudie, Miguel Gomes o Avi Mograbi; en este contexto, uno puede también conversar con los grandes hombres de la cultura cinematográfica mundial, como los críticos Adrian Martin, Kent Jones y Jonathan Rosenbaum, o con programadores claves como Jean-Pierre Rehm. El punto más austral de la cinefilía planetaria siempre está conectado con los protagonistas del cine de todo el mundo.
Octubre es el mes del Pudú, misteriosa criatura del sur chileno, la cual se invoca en las estatuillas que reciben los galardonados. Ir a Valdivia es ineludible para los amantes del cine. Allí, el amor al séptimo arte no es una mera impostura. Es verdadero amor, y también compromiso y placer. Los cinéfilos de Valdivia han redimido el lunes de su pesada connotación, que mancilla inexorablemente ese día como el menos venerable de la semana. No es lo que sucede en la ciudad del cine, los estudiantes y las focas.
A continuación un diálogo con el director del FICValdivia, Raúl Camargo:
Otros Cines: Los festivales de cine tienen, consciente o inconscientemente, una agenda cinematográfica, una propuesta general que sugiere una forma de entender el cine. FICValdivia es claramente un festival que no participa de un concepto de cine comprendido como espectáculo. Retomemos pues la vieja pregunta baziniana: ¿Qué es el cine, según la programación del festival y lo que se busca con la selección general?
Raúl Camargo: Primero que nada, es una disciplina artística, por ende para nosotros toda decisión de programación se funda en dicho carácter artístico. A su vez, entendemos lo artístico no como una forma, un envase o superficie, sino como un compromiso que engloba lo social, lo político. Para nosotros el cine es un espacio de fragilidad que queremos compartir y defender, y los festivales son por ende las embajadas del cine en el mundo.
Lo que buscamos en la selección general son películas marcadamente autorales, no comerciales, frágiles, que escapan a la lógica de “valor de producción”. Obras independientes de todo el mundo en donde la visión del equipo de trabajo se plasma más allá de su presupuesto. Films que indaguen, que cuestionen, que inspiren, que estremezcan, que incomoden. Films que hagan avanzar el arte cinematográfico y la experiencia colectiva. Películas sin un gran palmarés a cuestas; no nos guiamos por críticas previas ni presencias en otros festivales.O.C.: Ustedes tienen una política de programación precisa y unívoca. Hay siempre un foco en algún director, una competencia internacional, otra chilena, las galas de autores consagrados y una sección de cine experimental. Empecemos por la competencia internacional. Ustedes vienen insistiendo con un concepto: “las películas pequeñas”. ¿Qué quieren decir o qué buscan? R. C.: Quiere decir que en nuestra decisión de programar está totalmente ausente el concepto “valor de producción”. No nos interesan los films redondos y bien hechos, buscamos películas que asuman su propia posibilidad de error, y lamentablemente en general esos films son más bien programados en muestras paralelas o incluso son ignorados. Para nosotros esos films deben ser defendidos porque su falta de padrinos o su enfoque eminentemente artístico por sobre la búsqueda de mercado los ponen en riesgo de desaparecer, lo que a su vez implica el riesgo de que el cine se estanque de manera irremediable. En un concierto internacional donde entre más laboratorios y pitchings previos, más opciones se tienen de prevalecer, nosotros optamos por el camino contrario. Eso por supuesto no quita que este “acto de justicia” (porque es justicia defender films que deberían estar en boca de todos pero que por las razones anteriormente expuestas no lo están) se mezcle en nuestra competencia con films “grandes” como lo son Mercuriales y Bella e perduta, que siendo frágiles en sí cuentan con un mayor apoyo y visibilidad. Por supuesto, para los directores ya considerados grandes maestros su sección en FICValdivia no es la Competencia Internacional, sino la sección fuera de competencia, Gala. O.C.: El cine chileno en el festival, lógicamente, tiene una gran importancia. ¿Cómo funciona la selección de cine nacional? Un gran problema para los festivales reside en la elección de las películas vernáculas que van a las competencias. Un difuso nepotismo heterodoxo (no se trata estrictamente de una familia) suele amenazar la libertad de elección. ¿Cómo se las ingenian para evitar compromisos y favores y así buscar aquellas películas que realmente entienden que son las valiosas? R. C.: Simplemente eligiendo las que nosotros consideramos que son las que dialogan de mejor manera con nuestra búsqueda. Por ejemplo, en 2013 seleccionamos dos films chilenos para la competencia internacional que no sólo eran óperas primas, sino que tampoco pertenecían a ninguna casa productora de trayectoria, ni sus directores cargaban con algún reconocimiento previo por sus cortometrajes. Los films eran Naomi Campbel y Volantín cortao, ambos estrenos mundiales. Eso implicó que películas “mayores” quedaran en la Competencia Largometraje Chileno, e incluso algunas señalaron que no participarían de otra competencia internacional. Pues bien, no participaron, ya que quien decide el lugar de cada film es el equipo de programación. O.C.: Un rasgo atendible del festival pasa por el equipo. Hay productores, críticos de cine, realizadores y guionistas. Otro rasgo peculiar es que en este momento uno de los programadores es español y vive en España (Gonzalo de Pedro) y otro es peruano y reside en su país (John Campos Gómez). ¿A qué se debe la incorporación de miradas “extranjeras” en el equipo? R. C.: Se debe a que ambos están totalmente en sintonía con la línea del festival y que por ende era fundamental contar con ellos. No existió una reflexión con respecto a la importancia de contar con programadores extranjeros, simplemente vimos que compartíamos la mirada cinematográfica y política y la búsqueda que ello trae consigo, lo cual implicaba que integrarlos sería un valiosísimo aporte para nuestra programación. O.C.:Las galas y los focos retoman el famoso y pretérito paradigma cahierista del cine de autor. Autores pueden ser Xavier Dolan y Jean-Luc Godard, como “reveló” el certamen de Cannes de 2014, que los igualó maliciosamente en un mismo premio compartido. ¿Qué es un autor para los criterios de la programación de Valdivia? R. C.: Una persona con una visión de mundo que dialoga tanto con su período histórico como con el propio cine. Una persona que piensa y/o se desarrolla desde el cine y no desde la promoción personal. Una persona que entrega una mirada desde lo político y desde lo artístico, y es capaz de no disociar ambas cosas. O.C.: Un festival latinoamericano se enfrenta a una tendencia general que viene moldeando las películas de nuestro continente. ¿Cómo se posiciona el festival frente al estilo globalizado del cine latinoamericano, en el que se destaca una tendencia a la sordidez en la vida de los personajes o, en su defecto, su inversión ideológica y dialéctica, una tendencia en la que predomina una candorosa benevolencia en el ánimo y conducta de los protagonistas? ¿Cómo ve el festival, desde su programación, al cine latinoamericano? R. C.: Como un espacio de defensa y visibilización justamente del cine que hace frente a esa tendencia a la sordidez. Y ese espacio es para nosotros la Competencia Internacional y los focos de autores. Nosotros no comulgamos con la idea de llenar un festival de distintas competencias para visibilizar el cine frágil y distinto. Si un festival tiene como discurso el cine independiente, autoral, de avanzada cinematográfica es un contrasentido el programar esos films en otra competencia de menor importancia que la Internacional. O.C.: ¿Cómo interacciona FICValdivia con otros festivales del país, algunos más tradicionales como el Festival de Viña del Mar y otros más específicos como FIDOCS? R. C.: Básicamente conversando con quienes son parte de dichos certámenes, al igual que lo hacemos con SANFIC, In-Edit, etc. Ahora, nuestra interacción principal y nuestra misión es contribuir al fortalecimiento de nuestro territorio, de nuestros pares, que son los festivales del sur de Chile. Por eso mismo este año organizaremos una convención de festivales del sur para justamente trabajar en red y ayudarnos entre nosotros. O.C.: Un tema central para los festivales es el presupuesto. Siendo Chile un país que no se caracteriza por el apoyo estatal en cuestiones culturales y educativas, ¿cómo funciona administrativa y económicamente el festival? R. C.: El festival tiene principalmente fuentes de financiamiento público, ya que la propuesta que nosotros desarrollamos y defendemos se ajusta a los principios básicos de dichos estamentos: posibilitar los encuentros y diálogos ciudadanos, en este caso en torno al cine y otras disciplinas artísticas con las cuales nos asociamos. Lamentablemente eso implica que FICValdivia, siendo considerando entre los tres o cinco festivales más relevantes de Latinoamérica, ni siquiera se encuentre en el top 20 de los festivales con mayor financiamiento. Nuestra ausencia de alfombra roja y de sentido de espectáculo hace que para el sector privado no seamos lo atractivo que son otras instancias que privilegian lo comercial y lo glamoroso. Sin embargo, nosotros preferimos mantener nuestra independencia editorial y, por ende, no la sacrificamos ni sacrificaremos en pos de travestir el certamen para obtener mayores recursos privados. O.C.: Hay una característica específica de FICValdivia. Nació en el seno de una actividad ligada a un cineclub y a su vez en el corazón de una universidad. ¿Qué cree usted de esa genealogía del festival, que lleva inmediatamente a ubicarlo en una relación directa con el espíritu amateur y a su vez con el conocimiento? ¿Qué metas futuras tiene el festival y, durante su gestión, cuál sería el mayor sueño que tiene usted como director artístico? R. C.: Primero que nada debo aclarar que no soy el director artístico, sino el director, lo que implica que la máxima autoridad del festival es a su vez quien ve los films junto a su equipo de programación para el certamen. Eso primero que nada marca una diferencia con los certámenes cuyos directores no ven los films ni manejan el programa. Con respecto a nuestro origen, FICValdivia está marcado por su carácter universitario, lo cual implica una necesidad de vincularse con la comunidad y establecer un diálogo con ella. Nuestro sueño es justamente relevar de mejor manera esta característica, desde la forma en que se presentarán los films, pasando por el catálogo y por las actividades fuera de la exhibición, tanto cinematográficas como político-culturales. Nuestro sueño cumplido en estos momentos es no sólo ser un festival de cine, actualmente tenemos actividades todo el año en Valdivia. Nuestro sueño por cumplir es la formación de cineclubes comunitarios que cuenten con nuestra capacitación de manera inicial para que luego funcionen de manera totalmente autónoma respecto de nosotros. Trabajar colectivamente pero sin un carácter mesiánico, contribuyendo a que el cine sea una necesidad y que dicha necesidad tenga la posibilidad de ser satisfecha por la propia comunidad. En ello estamos trabajando. De Roger Koza de Otros Cines.com para Retina Latina