Pool version, Gonzalo Escobar (2016)
12
Mar
2019
Por Andrés Suárez
Realizador. Asistente de programación de la Cinemateca Distrital
Ante las tradicionales expectativas hiperrealistas o naturalistas del cine latinoamericano— eternos rezagos del boom que produjo el Nuevo Cine Latinoamericano que, hace 60 años, denunciaba las condiciones sociales, económicas y políticas del continente y exponía las particularidades de los contextos nacionales; los intereses de un trabajo como Pool Version, de Gonzalo Escobar (2016), pueden resultar fuera de lugar e incluso inapropiados. Evidencia de esto es la incapacidad de las políticas gubernamentales para comprender las especificidades del cine experimental, adaptar sus instrumentos a estos esquemas de producción alternativos y asumir como propios sus propósitos estéticos. ¿Por qué no suscitar el aporte de nuestros cines a las preguntas formales universales sobre el arte cinematográfico? ¿Por qué limitarlo a propósitos figurativos y eludir las posibilidades que ofrece la exposición de sus propios dispositivos, para provocar una reflexión sobre estos mismos?
Escobar afirma que quizá “la autorreflexión es una herramienta para contrarrestar dilemas éticos que surgen en el proceso creativo. Probablemente, mi previa formación como artista plástico y en cine documental también ha influido en este interés recurrente en mi trabajo”. Más allá de plantear una pregunta por los límites que separan realidad y ficción, que bien han sido puestos a prueba ante el público contemporáneo, este cortometraje se propone exponer de forma enigmática y, eventualmente, lúdica esta conjugación en una puesta de abismo constante en la que las distintas dimensiones temporales se superponen hasta mezclarse indefinidamente: la idea de un director que encuentra en una transeúnte a su protagonista y cuyas experiencias, las de ambos, inspiran el producto final en el que se solapan líneas, objetos y personajes a través de una metamorfosis permanente; esta es la esencia de un trabajo en el que el dispositivo cinematográfico se revela aquí como la causa y al mismo tiempo el efecto de este juego de muñecas rusas que se desenvuelve en espiral.
El valor del cine no debería ser medido solamente en términos de representación y empatía, pues éste también es potencialmente un espacio de pensamiento que puede apelar a otras dimensiones del intelecto y las ideas que produce sobre sí mismo a través de obras como ésta pueden permitir un mayor (re)conocimiento y la evolución de su propio lenguaje. Y es gracias al aporte de realizadores provenientes de otros campos de la creación que el alcance de estos debates, nutridos por la poesía, la música, la danza y la literatura, por ejemplo, se ha ampliado significativamente—tan solo recordemos las obras de artistas como Maya Deren o Stan Brakhage.
El cine como tema y territorio es uno de los elementos que reúnen a estos trabajos. Sin embargo, creo que las derivas conceptuales de Pool Version reclaman, sin dilación, un protagonismo definitivo que hace de este cortometraje un interesante ejercicio de abstracción.