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Radio Belén, de Gianfranco Annichini

2

Mar
2017

Imagen destacada de la entrada
En menos de 12 minutos, un pueblo, un espacio, un tiempo. El cineasta y también editor Gianfranco Annichini sitúa su cámara en una región peruana de la Amazonia y se limita al registro de la cotidianidad en el barrio Belén de la ciudad de Iquitos. Los planos reunidos suelen privilegiar las acciones típicas de cualquier día de la vida en común: la compra de alimento, el esparcimiento, el descanso, la limpieza, el juego. Cada plano elegido suma un poco de información relevante que permite conocer más la vida en Belén. La eficacia y el objetivo consisten en comprender una geografía y una economía en pocos minutos. En contrapunto a las imágenes, el sonido suministra lo que éstas no devuelven: la vida espiritual de sus pobladores. En efecto, el discurso sonoro del film consiste en la transmisión cotidiana de una radioemisora popular. En ocasiones, Annichini introduce algunos planos desde la emisora y lo visto y lo oído se reúnen, pero en líneas generales, sonido e imagen van por senderos distintos. En verdad, el plano inicial sobre uno de los altoparlantes que se puede divisar en la vía pública sugiere que por ese instrumento de propagación se habrá de oír una forma de vida. Los consejos de un ferviente creyente en la medicina naturista se entrecruzan con los anuncios de una bruja, la invitación a un casamiento, el anuncio de un fallecimiento, la lectura de una oración religiosa y temas musicales de Cheito Velásquez y Palito Ortega representan un vital y variopinto imaginario popular. La radio es aquí un mural sonoro en el que todos pueden saber de los otros y en el que se redescubre un sentido acaso perdido de lo que implica el concepto “medios de comunicación”. Es difícil imaginar Radio Belén rodada en digital. Parte de su encanto reside en su textura y en la naturaleza analógica de sus imágenes, como si existiera una azarosa pero conveniente amalgama entre lo real y esa forma de registro, una cuestión técnica que también puede ser problematizada como una cuestión estética, y que en muchos documentales realizados entre las décadas de 1960 y de 1980 se puede detectar una cierta poética común. Lógicamente, Anninichi no podía imaginar que tres décadas más tarde su película habría de transformarse en una curiosidad ontológica más que antropológica. Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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