Ratas, ratones y rateros, de Sebastián Cordero
2
Mar
2017
A su manera, la película de Sebastián Cordero marcó toda una revolución en el cine ecuatoriano, similar a la que sucedió en otros países latinoamericanos para esas mismas épocas (un ejemplo temáticamente similar es Pizza, birra, faso, en Argentina), trayendo a la pantalla personajes e historias que habitualmente no aparecían allí. Los cambios que generó tuvieron que ver con lo temático, pero también con lo específicamente cinematográfico ya que Cordero, que había estudiado en Estados Unidos (en la famosa USC californiana), llegó proponiendo modelos y ritmos narrativos no habituales para Ecuador.
Los personajes principales son dos primos. Salvador, que vive con su padre y su abuela en una zona humilde de Quito, recibe la visita de su primo Angel, que viene de la costa (Guayaquil) y escapando de una criminal. En un choque fuerte de personalidades, el más apocado Salvador es prácticamente arrastrado por su primo a meterse en una serie de desventuras que pondrán no solo sus vidas en peligro, sino las de sus seres cercanos, incluyendo a Carolina, una prima de clase más alta que Salvador, que se involucra también con ellos.
Cordero filma con un estilo muy utilizado en la década de 1990: musicalización permanente, edición voraz, intensidad actoral. Todo para ir relatando los diversos problemas y situaciones en las que Angel y Salvador se van metiendo (por su culpa o por la de terceros) en el curso de esta suerte de road movie que enfrenta a distintas clases sociales, etnias, zonas del país y generaciones. En medio de la acción, los tiros, las drogas, el sexo y la violencia, Cordero va pintando una sociedad signada por la tensión social, la corrupción y la traición.
Son los códigos, sin embargo, los que quedan en el centro de la trama de supervivencia y muerte, de robos y engaños, de fugas y mentiras. La idea de una “familia” que, en principio, no se traicionaría entre sí, pero finalmente lo hace, es la que Cordero pone en discusión. Y en el film es como si esa familia -la de Angel, Salvador y los otros- fuera el Ecuador entero.
Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina