Sergio Olhovich ante la lente de la historia: entre Llovizna y 1938: Cuando el petróleo fue nuestro.
Mar
2025
A raíz del estreno de "1938: Cuando el petróleo fue nuestro", revisamos la mirada cinematográfica de Sergio Olhovich en su película "Llovizna", que puedes ver gratis en Retina Latina.

En la cinematografía mexicana, pocas voces han sabido vincular de manera precisa la intimidad de los conflictos personales con los grandes procesos históricos del país como la de Sergio Olhovich. Formado en el Instituto Estatal de Cinematografía de Moscú, con arraigo tabasqueño y un bagaje que incluye activismo cultural, este cineasta ha construido una filmografía que mira de frente a la realidad social. Dos de sus proyectos clave —Llovizna (1977) y 1938: Cuando el petróleo fue nuestro (2025), ejemplifican la amplitud temática de su obra al abordar, por un lado, la paranoia y el racismo latente dentro de la sociedad mexicana y, por otro, la trascendente gesta de la expropiación petrolera. Aunque separadas en el tiempo y en su atmósfera narrativa, ambas películas revelan los constantes interrogantes que Olhovich plantea sobre la identidad nacional, la justicia social y la memoria histórica.
El tiempo y la sombra: un contexto para aproximarse a Sergio Olhovich
Para entender el alcance de Llovizna y 1938: Cuando el petróleo fue nuestro, conviene ubicar a Olhovich en su tiempo y su formación. Nacido en 1941 en Sumatra (Indonesia), de padre ruso y madre mexicana, se trasladó a distintos países de América Latina hasta asentarse en México. Desde temprana edad, convivió con realidades multiculturalmente ricas y, a la vez, tensas. Sus estudios de cine en la Unión Soviética —el legendario VGIK— le proporcionaron una disciplina férrea en la narrativa fílmica y un enfoque social que, a su regreso a México durante los años sesenta, encontró resonancias en el activismo local contra la represión y la desigualdad política.
Su carrera se ha caracterizado por una firme voluntad de retratar la precariedad y la búsqueda de soberanía en el país. Así, obras como Muñeca reina (1972) o El infierno de todos tan temido (1979) muestran a un realizador no ajeno a la crítica política ni temeroso de exhibir heridas sociales. Llovizna y 1938: Cuando el petróleo fue nuestro son dos polos de esa misma obsesión por examinar el país que lo adoptó, revelar sus fracturas y rescatar la fuerza moral de las comunidades cuando se levantan frente a la adversidad.

Crónica del miedo y el prejuicio: ‘Llovizna’ (1977)
Estrenada en 1977 y contada como un thriller psicológico con tintes de drama social, Llovizna pivota alrededor de Eduardo, un hombre burgués de la Ciudad de México que, tras un viaje de negocios y una escapada amorosa, conduce de noche por carreteras oscuras mientras transporta una cuantiosa suma de dinero. Cuando un deslave cierra el camino, se ve obligado a llevar en su automóvil a una familia campesina que ha sufrido la reciente muerte de una niña. El choque entre estos mundos —la comodidad urbana y la precariedad rural— hace aflorar en Eduardo una paranoia creciente, impulsada por los prejuicios de clase y de raza, hasta desembocar en un terrible acto de violencia.
La fuerza de Llovizna radica en transmitir el horror interior de un hombre que se siente vulnerable ante el ‘otro’ y, sin justificación real, cae en la violencia. La lluvia incesante, el interior opresivo del auto y la banda sonora (con piezas de Raúl Lavista y la canción “Llovizna” interpretada por Cuco Sánchez) conforman el andamiaje emocional que encierra al espectador en el mismo laberinto psicológico que consume a Eduardo. El guion, basado en el cuento homónimo de Juan de la Cabada, aprovecha cada silencio, cada frase susurrada en lengua indígena —incomprensible para el protagonista— para recalcar el abismo cultural que existe entre los personajes.
Históricamente, la cinta se ubica en los años setenta: la sociedad mexicana se encontraba todavía con las secuelas de la masacre de Tlatelolco (1968) y el “halconazo” (1971), inmersa en un cuestionamiento hacia la hegemonía del PRI y las injusticias que se perpetuaban contra las comunidades indígenas. El halo autoritario del México post-revolucionario seguía ensombreciendo la vida cotidiana, mientras la modernización impulsada por el gobierno contrastaba con zonas rurales en carencia absoluta. Llovizna se convierte en un espejo que revela cómo la tensión de clases, el racismo latente y la desigualdad estructural pueden llevar a la irracionalidad y el crimen.
Recuerda que Llovizna la puedes ves a partir del 13 de marzo de 2025 en Retina Latina a través del siguiente enlace (Enlace a la película)

Epopeya y memoria: ‘1938: Cuando el petróleo fue nuestro’
En un registro completamente distinto, Olhovich emprendió hace años la tarea de llevar a la pantalla la historia de la expropiación petrolera. Producto de un guion coescrito con el fallecido Carlos Montemayor, e investigado con detalle desde principios de la década de 2000, 1938: Cuando el petróleo fue nuestro busca recrear el momento histórico en que el presidente Lázaro Cárdenas tomó la decisión, tal vez más trascendente de su vida, de nacionalizar la industria petrolera, en manos de compañías extranjeras que explotaban los yacimientos con prácticas lesivas al interés público y a los trabajadores.
Si Llovizna retrata un acto individual de violencia motivado por el prejuicio, en 1938 se despliega la crónica de una lucha colectiva por la soberanía nacional. Se narra cómo el gobierno cardenista debió enfrentarse al boicot internacional (encabezado por Inglaterra y Estados Unidos, reacios a perder el control de los pozos mexicanos), a amenazas de invasión y a presiones económicas que estrangulaban el país. Al mismo tiempo, la película sumerge al espectador en la epopeya popular que se vivió durante aquellos días: la campaña nacional para reunir fondos con los que indemnizar a las compañías —símbolo popular de orgullo y unión— y la efervescente esperanza de que, con la expropiación, México avanzaría con paso firme hacia un futuro industrial y culturalmente más justo.
Para darle carne y hueso a esta historia, Olhovich ha reunido un elenco que incluye a Ianis Guerrero como el presidente Lázaro Cárdenas y a Ofelia Medina como Amalia Solórzano, entre otras figuras del cine mexicano. Las locaciones en Palacio Nacional y el apoyo logístico del gobierno de entonces permitieron filmar en espacios emblemáticos donde, décadas atrás, se suscitó la toma de decisiones que cambiaría el rumbo de la propiedad petrolera. El propio director ha enfatizado —en entrevistas recogidas en medios como La Jornada e IMCINE— que esta cinta es, en el fondo, un alegato sobre la importancia del petróleo para la soberanía de un país y el vigor colectivo que puede surgir cuando la ciudadanía se une a un ideal.
El contraste con Llovizna es notable: en 1938: Cuando el petróleo fue nuestro, la narración no gira en torno a un individuo encapsulado por su miedo sino alrededor de un conflicto nacional, donde el personaje principal —Cárdenas— se enfrenta a grandes intereses trasnacionales. Sin embargo, la operación de Olhovich sigue siendo la misma: desvelar el tejido social que da origen a la confrontación y resaltar los matices éticos que deben guiar cualquier acción política. Si en Llovizna sobresale la deshumanización del campesino y el indígena, en 1938: Cuando el petróleo fue nuestro se exalta la fuerza y dignidad del obrero, del pueblo mexicano que dona gallinas, joyas y el fruto de su trabajo para defender la recién declarada soberanía petrolera. Esta película se estrenará en 500 salas de los principales complejos cinematográficos de México a partir del próximo 20 de marzo de 2025.
Esta película se estrenará en 500 salas de los principales complejos cinematográficos de México a partir del próximo 20 de marzo de 2025.

Relevancia actual: ¿qué nos queda de las tormentas y las epopeyas?
¿Por qué siguen vigentes estas historias? Llovizna recuerda que el miedo y el prejuicio no desaparecen con el paso de los años si no se abordan desde la raíz; la violencia contra las poblaciones rurales e indígenas, la sospecha infundada hacia las comunidades marginadas y la ausencia de empatía resuenan hoy en desigualdades que continúan mermando la cohesión social. Asimismo, la conformidad de ciertos estratos urbanos queda al desnudo en la frialdad con que la esposa de Eduardo recibe la confesión del crimen: un gesto que condensa la indiferencia hacia graves problemas socioeconómicos.
Mientras tanto, 1938: Cuando el petróleo fue nuestro se entronca con debates contemporáneos acerca de la autosuficiencia energética, la redefinición del nacionalismo y la pugna entre la iniciativa privada y el control estatal de los recursos. El petróleo sigue siendo un bien codiciado, y las historias de expropiación o privatización se repiten en distintos contextos del planeta. La cinta de Olhovich, nos sitúa de nuevo ante la pregunta de cuán lejos estamos dispuestos a llegar para defender la soberanía y cuáles son los costos políticos y diplomáticos de una decisión de esa magnitud.
Lejos de ser sólo ejercicios de denuncia, ambas cintas ofrecen una reflexión necesaria sobre la condición humana y la perenne confrontación entre el egoísmo individual y la fortaleza colectiva. El legado de Olhovich reside precisamente en conectar, con honestidad e ímpetu crítico, las tempestades de la conciencia personal y los vendavales de la historia.