Territorio, medio ambiente y Qhapaq Ñan
Nov
2023
“Por fortuna, constantemente afloran procesos personales y colectivos de autodeterminación que vuelven la mirada a la historia, la cultura, las tradiciones y cosmovisiones de comunidades originarias, encontrando en esas raíces una identidad diversa y compleja que sigue resistiendo al blanqueamiento.”
Álvaro y Diego Sarmiento son reconocidos cineastas peruanos, provenientes de la ciudad de Lima, fundadores de HDPERÚ[1], un colectivo audiovisual dedicado a la producción de películas que defienden los derechos de los pueblos originarios y promueven la conservación del medio ambiente en las regiones andina y amazónica de Perú. Álvaro estudió Ciencias de la Comunicación y Cine en la Universidad de Lima, Universidad Estacio de Sá en Brasil y asistió a una maestría en cine en la Universidad de Ohio en los Estados Unidos. Diego, por su parte, estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Católica de Perú y una maestría en cine documental en la EICTV en Cuba.
A lo largo de su carrera, estos hermanos han recibido múltiples reconocimientos y becas, destacando la Residencia para Escritores del Centro Bellagio de la Fundación Rockefeller, el Fondo de Desarrollo de Guiones IBERMEDIA, la Residencia de la Fundación Carolina para guionistas, la beca de Nia Tero Storytelling, entre otras. Entre sus trabajos destacan, RÍO VERDE, EL TIEMPO DE LOS YAKURUNAS (2017), su primer largometraje documental, estrenado en el 67 Festival de Cine de Berlín y el MoMA Doc Fortnight; SEMBRADORAS DE VIDA (2019), estrenado en el 69 Festival de Cine de Berlín; ODISEA AMAZÓNICA (2019) estrenado en DOK Leipzig en 2021 y ganador del premio a Mejor Película Peruana en el Festival de Cine de Lima.
En el año 2020 reciben el premio Berlinale Talents Footprints – Mastercard Enablement Programme, teniendo como presidente del jurado a Wim Wenders, con el “Proyecto Semillas” para llevar la película SEMBRADORAS DE VIDA a colegios de comunidades rurales de los Andes peruanos, como parte de la campaña de impacto.
En esta quinta lección profundizaremos en la relación entre el territorio, el medio ambiente y el Qhapaq Ñan, que son algunos de los temas en los que Diego y Álvaro han venido reflexionando a través de su trabajo. Analizaremos cómo sus películas abordan la conexión profunda entre las comunidades que retratan, su entorno natural y patrimonio cultural, y la permanente resistencia que deben ejercer para defender el territorio y la vida.
Siguiendo la línea de los conversatorios anteriores, partimos de la pregunta por la identidad propia, reconociendo allí una de las discusiones fundamentales para los países del Abya Yala. Conocemos cómo los discursos oficiales dominantes tienden a invisibilizar “lo indígena”, encontrando en el mestizaje una identidad más funcional a la homogenización cultural. Por fortuna, constantemente afloran procesos personales y colectivos de autodeterminación que vuelven la mirada a la historia, la cultura, las tradiciones y cosmovisiones de comunidades originarias, encontrando en esas raíces una identidad diversa y compleja que sigue resistiendo al “blanqueamiento”.
En el caso de los hermanos Sarmiento, si bien nacen en Lima, sus familias son provenientes de Junín y Pasco, en los andes centrales de Perú. Veremos cómo este rasgo ejerce una influencia esencial en su desarrollo personal, repercutiendo a su vez en sus procesos artísticos. A través de 4 de sus películas, Álvaro y Diego nos comparten una parte de su recorrido, marcado en sus inicios por una mirada crítica frente a los poderes empresariales que usufructúan territorios originarios, el impacto de ésta explotación en la vida diaria, la agricultura y la alimentación, además de reflexionar en torno a los retos que impone el cambio climático en este contexto.
LA OROYA, AIRE METÁLICO[2]– 28 min. (2007)
Los pobladores de La Oroya Antigua (Junín, Perú) diariamente respiran los gases emitidos por la compañía Doe Run Perú, una refinería americana para metales pesados. Los niños y las madres embarazadas son los más vulnerables a los efectos de plomo en la sangre y otros gases.
Esta primera obra documental se realiza en colaboración con una ONG llamada Reuniendo Manos y, como lo deja ver la sinopsis, registra de manera directa los estragos ambientales y humanos que deja a su paso la refinería norteamericana afincada en la región de Junín. Justamente, la investigación sobre esta problemática lleva a los hermanos Sarmiento a reconectar con el lugar de origen de su madre, proveniente específicamente de Huancayo.
Esta situación de extrema contaminación, genera toda clase de impactos irreversibles en la salud, incluyendo el desarrollo de cáncer en la población. Por esta razón, la refinería fue procesada legalmente en Estados Unidos, donde también operaba y afectaba a otras comunidades. Allí, las víctimas accedieron a algunas posibilidades de reparación, sin embargo, en Perú no ocurrió igual. En el caso de La Oroya, el reconocimiento del delito fue mínimo, desestimando la afectación permanente en la calidad de vida de las y los habitantes.
CERRO DE PASCO, PROFUNDA SEPULTURA[3] – 49 min. (2011)
Diariamente, los pobladores de Cerro de Pasco sufren las consecuencias del plomo en la sangre, explosiones de dinamita y otros abusos realizados por la compañía minera Volcan. Como consecuencia de las actividades mineras, la ciudad y sus 80 mil ciudadanos necesitan ser posicionados en otra área, mientras que la compañía continúa sus operaciones sobre sus casas.
De nuevo, los hermanos Sarmiento conectan una investigación social auspiciada por una ONG, con la búsqueda de raíces familiares y ancestrales. Su abuelo es proveniente del pueblo de Rancas, una comunidad campesina cercana a Cerro de Pasco; a su vez, este territorio es próximo al de Junín. Recorriendo por primera vez la zona, encuentran a la comunidad sufriendo los estragos de una contaminación que ha penetrado todos los aspectos de sus vidas: las aguas están contaminadas, los suelos, los alimentos, los animales, etc. Por ésta razón, similar al caso de La Oroya, Álvaro y Diego se aproximan audiovisualmente con un lenguaje cercano a la denuncia,pues en una primera instancia su cine colabora a visibilizar éstas injusticias.
Como es usual en muchos países de Latinoamérica, la presencia del Estado es muy débil en varias de sus regiones. En el caso de Cerro de Pasco, la “autoridad” la ejercía esencialmente la empresa minera Volcan, de lo que resultaba una fuerza militar sólo al servicio de la seguridad privada. El registro audiovisual en estas condiciones de desprotección estatal, pone en riesgo a los realizadores y realizadoras. En su caso, Álvaro y Diego dan cuenta de la incertidumbre que experimentaron en algunos momentos al grabar el documental. Como ellos mismos indican, el temor a represalias es un factor constante en estos entornos e influye en el tipo de acompañamiento que se puede dar a éstas realidades, manteniendo protegida a la comunidad, pero también a los y las cineastas.
El proceso personal y creativo entre La Oroya y Cerro de Pasco, marcó cierta línea temática ligada al medio ambiente, lo que luego iría mutando, a pesar de conservar algunos rasgos. Por ejemplo, los procesos extractivos no sólo son una amenaza para la naturaleza y las poblaciones, sino afectan indirectamente la cultura de las comunidades: medio ambiente y cultura están en diálogo constante. Conocer las cosmovisiones originarias y trabajar directamente con las comunidades en sus territorios, permite entender que las crisis sociales y ambientales no provienen de problemáticas aisladas, sino que responden a un tejido complejo, lleno de interconexiones. Esto es lo que Álvaro y Diego reflexionan poco a poco en sus siguientes películas.
EL SUEÑO DE SONIA[4] – 24 min. (2015)
Sonia Mamani vive en Capachica, una península del Lago Titicaca (Puno, Perú). Ella aprendió a cocinar a los quince años y desde entonces viaja y enseña a cocinar a otras mujeres con platos tradicionales, revalorizando sus costumbres e identidad.
La agricultura, la alimentación y la gastronomía fueron los temas que enlazaron con más fuerza a partir de este cortometraje desarrollado en Puno, al sur de Perú.
Retomando la herencia familiar, Álvaro y Diego recuerdan cómo su madre les alimentaba desde niños con los granos andinos, como quinua, cañihua, kiwicha, etc. Lo que para ellos era un alimento cotidiano, en otros niños despertaba rechazo, pues, así como señalan los hermanos, en el Perú sigue operando un gran racismo. En parte por esto, el tema de la alimentación resulta tan importante, pues allí se expresa la necesidad profunda de reconciliación con los frutos que se producen en estos territorios y con la cultura originaria en torno a ellos. Si bien en la actualidad vivimos un resurgimiento de alimentos y prácticas culinarias tradicionales, debemos tener en cuenta que se trata de un fenómeno primordialmente comercial, que no hace conciencia de la carga histórica presente en la agricultura y la alimentación ancestrales.
En el caso de El sueño de Sonia, el cortometraje se concibió como un documental televisivo, logrando ser transmitido ampliamente en televisión nacional y en otras plataformas, por lo que el personaje de Sonia, una mujer en profunda conexión con la agricultura y gastronomía de su territorio, empezó a ser reconocida popularmente. El documental logró tener no sólo un impacto en la audiencia, sino en la propia vida de Sonia, quien se convertiría además en uno de los personajes principales del primer largometraje de los hermanos Sarmiento, Sembradoras de vida.
SEMBRADORAS DE VIDA[5] – 74 min. (2019)
Este documental acompaña a cinco mujeres de los Andes peruanos en su lucha diaria por mantener una forma tradicional y orgánica de trabajar la tierra. En la cosmovisión andina, las mujeres y la tierra están fuertemente interrelacionadas. Tanto el cuerpo de la mujer como la tierra son capaces de dar vida. En un contexto actual de industrialización de la agricultura, el uso de pesticidas químicos y semillas genéticamente modificadas, son las mujeres quienes, conectadas a la tierra en sororidad, asumen el papel de protectoras.
Junto a Sonia, otras mujeres trabajadoras del campo dan vida a este proyecto centrado, más que en la gastronomía, en la agricultura. Debido a que la mayoría de los hombres en estos territorios trabajan como mineros, son las mujeres con sus hijos y animales quienes quedan a cargo del trabajo de la tierra. Por tanto, son quienes conocen las dificultades causadas por el cambio climático y la industrialización de la agricultura.
Cuando se empezó a escribir la película en 2010, la discusión frente a los crímenes de la compañía Monsanto en Estados Unidos se había difundido en diversos documentales, sin embargo la problemática agrícola aún no se había explorado a profundidad en el cine de nuestra región. En ese contexto, Sembradoras de Vida propone reflexionar en torno a la producción de alimentos de los pueblos originarios, teniendo en cuenta prácticas autóctonas como los intercambios y los bancos de semillas.
Álvaro y Diego nos señalan cómo los temas que abordan en sus películas siguen interconectándose, conformando una investigación que puede continuar en diferentes direcciones. Por ejemplo, podemos trazar la historia de la migración a través de los alimentos y descubrir encuentros entre territorios y culturas a partir del intercambio de semillas. La historia humana está atravesada por desplazamientos y diálogos interculturales y es por esto que, para finalizar, los hermanos Sarmiento nos presentan el concepto del Qhapac Ñan.
El Qhapaq Ñan es un sistema vial andino compuesto por caminos preincaicos e incaicos interconectados, que pasan por los territorios que hoy son Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Estos caminos eran transitados por las poblaciones y facilitaban las comunicaciones, el comercio y la defensa. Antecedentes como este, nos permiten entender a los pueblos originarios, no como sociedades aisladas y estáticas, sino como comunidades que desarrollan sus propios sistemas de conexión e intercambio.
El Qhapaq Ñan es, entonces, una buena metáfora para el qué hacer cinematográfico. El recorrido que han hecho Álvaro y Diego a través de su trabajo les ha llevado a conectar con sus territorios de origen, pero también con otras culturas y sociedades, expandiendo sus formas de comprender el mundo y difundiendo las cosmovisiones de pueblos del Abya Yala en otras regiones. El cine tiene esa capacidad de trazar un “sistema vial” que, a la vez que visibiliza los temas urgentes, dinamiza las realidades, las pone en comunicación y las expande.
El medio ambiente, la agricultura, la alimentación, la cultura, la identidad, etc., están absolutamente ligadas y confluyen en luchas sociales y políticas históricas en las que el cine es una herramienta. Así mismo, indagar en la identidad de los pueblos ancestrales, exige entrar en contacto directo con las comunidades, con sus necesidades, conocimientos, experiencias, memorias, etc. La reflexión emerge de ese trabajo en el territorio y, como lo explicaron Álvaro y Diego, el proceso creativo se desarrolla también de esa manera orgánica, conectando poco a poco experiencias, iniciativas y temáticas.
[2] https://es.hdperu.com/la-oroya
[3] https://es.hdperu.com/cerro-de-pasco